Testimonio de Lide (artritis reumatoide)

Me llamo Lide, tengo 25 años y hoy hace nueve años me dieron la mala noticia: “artritis reumatoide.”

Tenía 16 años, era una chica muy activa y amante del deporte. Practicaba esquí, bici, tomaba clases de jazz, funky, y lo que más me llenaba la gimnasia rítmica, mi vía de escape. Por supuesto, también fue lo primero que me prohibieron: nada de saltos, nada de gimnasia. Fue entonces cuando mi mundo se derrumbó.

Todo empezó con un dedo inflamado, evidentemente, no le di mayor importancia, sería algún golpe. Luego empezaron las molestias en los tobillos al quitarme los tacones. “Serán los tacones” pensaba. Después, las rodillas, los hombros… Bajar las escaleras, quitarme un jersey, sentarme en el suelo era todo un suplicio. En pocos meses el simple hecho de levantarme de la cama y enfrentarme al día era casi una pesadilla.

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Llegué a la consulta del médico de cabecera arrastrando los pies, luchando en cada paso y mi ama tirando de mí sin entender (ni ella, ni yo) porqué no podía ir más rápido. El médico me mandó a la consulta del reumatólogo “para descartar que sea reuma”. No se descartó. Era reuma.

En un principio, la medicación que me recetaron (Metrotexato, cortisona, antiinflamatorios y más adelante Arava) me calmó los dolores pero no durante mucho tiempo. Seguía el entumecimiento matutino, y seguía teniendo muy poca movilidad. Además, me encontraba en un estado anímico muy malo, mi cuerpo ya no era lo que había sido y mi vida se había convertido muy sedentaria. Por lo tanto, la medicación no era suficiente. Algo fallaba. 

Lo que no falló fue mi ama. Vio mi deterioro día a día y fue, y es, la persona que mejor comprende lo que supone padecer esta enfermedad. Desde el primer día no se conformó con secarme las lágrimas y luchó lo que yo por edad, ignorancia y falta de fuerzas no podía. Preguntó, buscó, pidió ayuda y así recorrimos juntas un largo camino de médicos, psicólogos, homeópatas, traumatólogos y un largo etc. que todavía hoy sigue.

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Todo por buscar una buena calidad de vida. Todo por evitar los efectos secundarios que empezaron a crearme los fuertes medicamentos que tomaba.

Y lo consiguió. Lo conseguí. Lo conseguimos.

Desde hace más o menos 5 años no he necesitado esa medicación tan fuerte, ni he tomado un antiinflamatorio. Cambié mi estilo de vida, empecé a cuidar lo que comía, los días que mi cuerpo me lo permitía empecé a hacer deporte controlado en el gimnasio y empecé a aceptar la enfermedad, mi compañera.

“No te hagas vieja tan joven. Sal de la cama y muévete.” Y así, hace 3 años, en junio de 2010, pude quitarme mi gran espina clavaba. Pude participar en una exhibición de gimnasia rítmica y volví a saltar. Y ese día lloré, pero esta vez fueron lágrimas de alegría, de FELICIDAD. Una batalla ganada.

Es un camino lleno de altibajos, lleno de miedos, pero también lleno de esperanza, sueños y alegrías. Un camino que sigue, pero ahora sigue desde donde lo dejé, desde el esquí, desde la bici, desde el baile, desde la escalada, desde el yoga, y desde hace poco también desde el surf. 

Todavía caeré muchas veces, mi cuerpo fallará, pero me he demostrado ya muchas veces que mi cuerpo puede reponerse, la cuestión es que mi cabeza quiera. ¡Y quiere!

Desde aquí, quiero agradecer a la asociación por su trabajo y su iniciativa. El conocer historias parecidas a la tuya ayuda a no sentirte tan sola. ¡Ojalá hubiera tenido la opción de conoceros antes!

Eta nola ez, nire alboan egon zareten guztiei, nire familiari, Axier, amari esan: MILA TA MILA ESKER! Mila esker, nire gorputzak ezin duenean zuek behartzen nauzuelako irribarre egitera.